Hace unos meses, mientras traducía un artículo sobre una maravillosa japonesa, enamorada de las tradiciones culinarias de Bulgaria - y de la famosa lyutenitsa - recordé que yo misma había dibujado esta receta, y pensé: "¿Cómo es que no la he compartido en todo este tiempo?" Esta diburreceta forma parte de un libro para niños que ilustré en 2013, y la tenía completamente olvidada. Y, oye, si la lyutenitsa ha llegado a Japón, seguro que también encuentra fans en España. Esta es una versión muy facilita, ya que está adaptada para niños pero, como con todas las recetas tradicionales, aquí cada abuela tiene su receta. Y uno se puede complicar lo quiera. Pero de momento, seguimos por el camino de la menor resistencia :o)
3-4 tomates maduros
4 pimientos del color que sea
1 berenjena
aceite de girasol
sal
(ajo...si eso)
1. Lavamos y pelamos los tomates. Los picamos finito.
2. Asamos los pimientos y la berenjena. Dejamos los pimientos cubiertos para que se pelen más fácil.
3. Rehogamos los tomates picados con un buen chorro de aceite de girasol y la sal, al gusto (lo mejor es ir probando..). Yo le añado también una cucharada de azúcar, que queda aún más rico. Vamos removiendo. Dejamos a fuego moderado hasta que se evapore el agua.
4. Mientras tanto, pelamos los pimientos y los picamos también bien finito.
5. Añadimos los pimientos y la berenjena al tomate.
6. Y el ajo... a no ser que hayáis quedado conmigo...
7. Cuando haya reducido y se haya formado una salsa espesa, está listo para comer.
Si no se va a comer en seguida, se puede echar mientras esté aún caliente en un bote de cristal, y así aguanta bien durante bastante tiempo. Pero, por si acaso, mejor guardar en la nevera.
¡Y yata!
Dicen que en otoño las calles de todas las ciudades búlgaras huelen a pimientos asados.. Algo de cierto hay en eso. Y, aunque no estemos precisamente en otoño (ni en ninguna estación muy concreta, en realidad), la lyutenitsa siempre es una opción acertada. Sobre todo en un día de no-tener-muy-claro-nada, de preguntas sin responder y cambios sin desenredar, en un cruce de caminos - con incontables direcciones, y sin ninguna. Una rebanada gorda de pan de pueblo, una buena capa de lyutenitsa..unos pedazos de queso blanco y salado..... Cierras los ojos. Y todo desaparece. El tiempo se para. Queda sólo una paz, el silencio y un bocado con sabor a que todo va a estar bien.